Una nueva vida está creciendo dentro de ti. Las células embrionarias se dividen rápidamente. Menos de cuatro días después de la fecundación, el único óvulo fecundado se ha dividido en 16 células y ha formado la mórula, que ya ha salido de la trompa de Falopio y ha emigrado al útero. Allí, la mórula anida en el revestimiento del útero. Al final de la cuarta semana, el pequeño embrión, de aproximadamente 1 mm de tamaño, se asemeja a un renacuajo. Todavía no es visible en la ecografía, pero ya se pueden ver cambios en el revestimiento del útero y en el saco vitelino, que suministra oxígeno y nutrientes al embrión. La placenta ya se está formando en tu útero. Durante las siguientes 4 a 10 semanas, se desarrollarán el cerebro, la columna vertebral y otros órganos de tu bebé. Durante esta época, tu bebé es especialmente sensible a las influencias nocivas y su desarrollo puede verse fácilmente afectado. Al final de esta semana, el periodo menstrual se iniciará normalmente. Si no se pone en marcha, suele ser el primer signo fiable de que puedes estar embarazada. Los cambios hormonales pueden provocar cansancio y agotamiento. Pero también puedes tener pequeños calambres abdominales, como los que se producen justo antes de la menstruación. Esto es una señal de que el útero está creciendo. Algunas mujeres también presentan manchado cuando el embrión se implanta en el útero. Si no te viene el periodo, puedes hacerte una prueba de embarazo, que puedes comprar en la farmacia, por ejemplo. Haz la prueba por la mañana cuando te levantes y vayas al baño. Sólo hay que seguir las instrucciones del prospecto. Si la prueba es negativa, pero estás segura de estar embarazada, repite la prueba al cabo de una semana. Si la prueba es positiva, debes pedir una primera cita con tu ginecólogo o con una matrona. Se recomienda acudir a la matrona o al ginecólogo entre 6 y 8 semanas después del último periodo o entre 2 y 4 semanas después de la prueba de embarazo positiva.